A Borges le preguntaron qué opinaba sobre Cien años de soledad, de García Márquez, y dijo, muy rotundo, que a la novela le sobraban cincuenta años. Esta maldad –como todas las suyas– es ocurrente e incluso divertida, pero sospechamos que el escritor argentino se equivocaba: si redujéramos a la mitad la extensión de Cien años de soledad, me temo que perderíamos la esencia de la que está considerada por millones de personas una de las mejores novelas del siglo XX. (¿Se podría aligerar la onda expansiva de la prosa del Gabo y reducirla a su mínima expresión? Sí, claro. La pregunta es: para qué).
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