Es bastante habitual leer o escuchar lamentos como “estoy fustrado”, “siento mucha fustración”, “esto es fustrante”, etcétera. Cuando las cosas no van bien, en estos tiempos de crisis, por ejemplo, es lógico –y hasta cierto punto decente– frustrarse. Pero créeme: ¡no es nada sano fustrarse!
No sé vosotros, pero a mí me resultan muy frustrantes estas agresiones al diccionario. ¿Por qué hay tantas personas que escriben fustrar en vez de frustrar, fustrado en vez de frustrado, fustración en vez de frustración, fustrante en vez de frustrante? Quizá porque frustrar es una palabra ardua en la que coinciden dos sonidos difíciles de pronunciar (fr y tr). De ahí que, por evitar el mal trago fonético, se acaba cortando por lo sano y se elimina la r de la primera sílaba.
Os voy a dar un consejo: dejad de lado las fustraciones y las frustraciones. La suerte es casquivana, pero antes o después se pondrá de vuestra parte. (Sobre todo, si cuidáis el lenguaje).
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